Desde hace un tiempo a esta parte,
venimos escuchando mucho acerca del capital intelectual en las organizaciones y
de la necesidad de reformular los emprendimientos familiares en “proyectos
sustentables”. El Dr. Facundo Manes lo denomina: “capital mental”.
Es así como en las PYMES, se ha
iniciado hace unos años un proceso de recambio que viene de la mano de las
segundas y terceras generaciones.
Los hijos de los pioneros han
alcanzado la graduación universitaria, e incluso algunos de ellos destacan en
empresas multinacionales y luego vuelven al emprendimiento familiar para
traspasar sus experiencias.
Sin embargo, no siempre se alcanza un
rendimiento superador que logre un crecimiento sostenible y la pregunta a
responder es ¿por qué?
“Incorporar dos personas con un título
no multiplica por dos la rentabilidad”.
Digamos que el capital
intelectual es un producto de la combinación del capital humano, el
organizacional y el relacional, es decir, de las capacidades, conocimientos,
destrezas, actitudes de la gente, sumado a las herramientas y procesos de
trabajo y a las relaciones que teje la empresa a largo plazo con los agentes
externos, como por ejemplo, los clientes. Este valor intangible no se regenera
de forma lineal, necesita de una estrategia que persiga un profundo cambio
cultural. La empresa debe diseñarse para lograr la sustentabilidad y a eso
no se llega de manera “aritmética”.
Sumar personas con títulos no
significa sumar profesionales, y sumar profesionales no significa trabajar
“profesionalmente”.
Para poder hacer esto último, se necesitan condiciones y espacio temporal.
Condiciones para que los
conocimientos puedan ser integrados y formen parte de una visión compartida y
el espacio temporal necesario para que las modificaciones y las nuevas
ideas puedan surtir efecto. No se puede cambiar todo de la noche a la mañana
y menos aún si no se cuenta con un plan para ello.
Si un conocimiento se acopla a una
rutina vieja, se termina diluyendo. Ejemplos de este tipo podemos dar muchos y
vamos a mencionar solo algunos.
- Un profesional que ingresa y observa una necesidad y una potencial mejora. Desarrolla un “tablero de control” que no es tenido en cuenta por los directores.
- Un profesional detecta la necesidad de capacitar al personal. Desarrolla un plan al que no se le asignan recursos o no se sostiene en el tiempo.
- La negación de los directores de introducir cambios en el tratamiento de clientes cuando se inicia un proceso de crisis en el segmento o en el mercado del cual la empresa forma parte.
- La incorporación de normas ISO como herramienta de marketing y no de mejora continua.
- El mantenimiento de prácticas de gestión manuales (por ejemplo: emisión de cheques) que pueden ser reemplazadas por servicios externos o sistematizados a través de un arreglo tecnológico.
- La retención de poder para toma de decisiones o la delegación de este en manos de personas de confianza (familia) no preparadas que generan más “costos de oportunidad que beneficios”.
- Las evaluaciones de rendimiento basados en métodos extremadamente subjetivos y personalistas que no pueden ser utilizados para comparar.
Y podemos seguir…
Cuando un profesional con inquietudes
se frustra por no poder desarrollar su trabajo aplicando el saber y la
tecnología porque éste, excede el conocimiento de los titulares, inicia un
proceso de abandono y baja de productividad que repercute en la economía de la
empresa.
El desafío del titular o los titulares
es el de aceptar ese mayor conocimiento y aprender a aprovecharlo para
beneficio de la organización. Uno de los problemas más complejos de resolver
respecto de estos temas es la creencia o “ilusión de control”.
Los
titulares piensan que reduciendo el conocimiento hasta su nivel de
entendimiento pueden controlar la empresa, lo que produce dos consecuencias a
nivel proceso.
La primera, se desestiman cambios que pueden resolver
problemas de productividad por un lado. La segunda, bajo la apariencia
de “aceptar” ese nuevo conocimiento, se lo “modifica y moldea a gusto del
titular”, lo que suele implicar un cambio radical respecto de lo original.
Ejemplo:
Propuesta original: reuniones de
brianstorming (torbellino de ideas) para buscar nuevas fuentes de desarrollo de
productos. Propuesta modificada por los titulares: reuniones de trabajo
para controlar los resultados de un área y pasar las novedades. Se acepta la
propuesta pero se cambia el objetivo, su formato, tiempos, contenidos, lo que
da como resultado más de lo mismo.
Los cambios “provocan resistencia”, es
una condición normal y aceptable. El problema es cuando la resistencia
proviene de aquellos que lo pidieron porque son los que deben apoyar las
iniciativas que llegan de la mano de los cambios.
“Algunos creen que mejorar la
productividad es reducir costos”.
El empresario PYME tiene por delante
un desafió en extremo serio. La argentina le requerirá en los tiempos que
vienen, de un protagonismo central y debe estar preparada para asumirlo.
Juntar
profesionales en una PYME, NO es profesionalizarla. Conozco muchas pymes
que trabajan de manera muy profesional y no cuentan con dotaciones muy
“aceitadas” en este aspecto, pero el momento está llegando. Ya sabemos que las
corporaciones extranjeras invierten pero necesitan exportar los beneficios a
sus casas matrices. También hemos observado el “experimento” de crear
artificialmente “empresarios atados a alguna vinculación política” para recrear
el capital nacional, que sería como “inyectarle hormonas a un pollo para que
tenga mejor sabor”. Nada de eso resulta ni resultará en términos de lo que
precisa Argentina.
Existe un amplio margen de mejora en
nuestro territorio, eso está dado desde su propia naturaleza. No todos los
países del mundo pueden darse el “lujo” de decidir qué hacer y qué ser por
recursos naturales y extensión y condición geográfica. Cuando la política
termine de dar respuestas a ciertas cuestiones estructurales (mejora del
sistema impositivo integral – condiciones crediticias sostenibles –
desburocratización del estado – marcos regulatorios basados en premios y
castigos), será el turno de las PYMES, y tendrán que estar preparadas para dar
el gran salto que consiste entre otras cosas, en proveer cientos de miles de
puestos de trabajo para los ciudadanos de nuestro país.
El mundo espera que la
Argentina sea protagonista, y la Argentina necesita de las PYMES, para serlo.
Lic. Claudio M. Pizzi
Director
www.dorbaires.com
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