Por Carlos Herreros de las Cuevas
A lo largo de
los años, los programas de educación/ desarrollo de liderazgo, han
experimentado todo tipo de enfoques y la incorporación de diversas actividades,
entre ellas simulaciones, investigación por la acción, aprendizaje basado en
problemas, y estudios de casos. Aunque se asemejan a situaciones reales, no lo
son en la práctica.
Son varios
los autores que sostienen que aunque los métodos descritos y otros aportan
ideas al aprendizaje, debería existir en esos programas más desarrollos de
reflexión adaptativa y más desarrollo contextualizado.
Dice Adriano Panesi a sus alumnos: “a algunos de vosotros os parece que esta
clase carece de valor y que es una pérdida de tiempo. Algunos de vosotros
también queréis que me vaya. Estoy abierto a esa posibilidad y gracias por vuestra
franqueza. Así que ¿qué creéis que deberíamos hacer ahora?”. Esto no es una
simulación ni un test ; es una pregunta real que hice en uno de mis talleres de
liderazgo en los que utilizo una metodología conocida como “Case in Point”, una
parte de lo que durante los últimos 15 años han venido enseñando Ronald Heifedt
, Marty Linsky y sus colegas en Harvard Business School, una metodología para
aprender liderazgo experiencialmente”.
Según el
marco de referencia del ‘Liderazgo
Adaptativo’, término acuñado por los autores citados, el liderazgo es la
práctica de “movilizar personas para
abordar cuestiones difíciles y duras, para adaptarse y para crecer”. Con
‘case in point’ el facilitador utiliza situaciones y acontecimientos presentes
en el aula para ilustrar conceptos del mundo real. Ante nuestros ojos, la
dinámica grupal de la clase proporciona potente material para la reflexión en
tiempo real y ayuda a los participantes en una sesión de un día, en un retiro
de fin de semana o en un curso universitario, a desarrollar su capacidad para
innovar y adaptarse a las circunstancias cambiantes de sus organizaciones.
Una llamada a la congruencia
Dijo Carl Rogers: “me doy cuenta de que he perdido
el interés por enseñar y solo me interesa ser un aprendiz, preferiblemente de
cosas que me importen”. El liderazgo nos importa a muchos.
¿Alguna vez le han enseñado inteligencia emocional con transparencias
de un instructor?; ¿o asistido a un programa de gestión del tiempo en el que el instructor llega tarde?; ¿cómo le suena aprender yoga de un experto mezquino y
enfadado?.
Quienes
pretendemos enseñar liderazgo nos encontramos en un apuro pedagógico: tenemos
que encontrar qué tareas de aprendizaje captarán la atención de otros adultos que
necesariamente no son menos líderes que nosotros, y qué contenidos elegir. Sé
que lo que no quiero hacer es enseñar liderazgo en ‘tercera persona’ utilizando
meras descripciones y explicaciones con powerpoint. Quiero crear un espacio en
el que los alumnos puedan vivir el liderazgo en primera persona en lugar de
estudiarlo como un concepto teórico.
Cuando
diseño un programa de liderazgo, en lugar de enseñar o de sermonear preferiría
evocar, citar , recordar, reconocer, cuestionar, reconocer y afirmar. Dejo de
preguntarme ¿cómo voy a enseñar?
y me pregunto ¿qué ocurriría si el
liderazgo ya estuviera en el aula y mi trabajo consistiera en proporcionar el espacio
y la libertad para que se manifieste?.
Sé que los
líderes deben hacer preguntas difíciles, hacer que las personas se salgan de su
zona de confort y gestionar el malestar resultante. Dice Heifetz que exponen a sus seguidores “a la dolorosa realidad de su condición y
piden que busquen una respuesta”.
El
experimento empezó pero no fui capaz de leer las señales: no había recordado
que ‘experimento’ y ‘peligro’ tienen la misma raíz latina; el peligro está en
el acto de valor de probar esta pedagogía en una clase real.
Un procedimiento arriesgado de enseñar
liderazgo
Estaba
siendo un desastre. Al finalizar el primer día la directora del programa quería
verme. Empezó preguntándome: “¿cómo ha
ido la jornada, qué está pasando con esas evaluaciones?; tienes que hacer algo
en la siguiente clase, no podemos permitirnos que mañana tengamos el mismo
problema”
No podía
decir que no se me había advertido. Se me había dicho que no utilizara el ‘case
in point’; no tenía yo la fama ni el reconocimiento para hacerlo; pero insistí.
Los alumnos se quejaron de mi clase a la directora del programa; ahora tenía
que hacer algún cambio o arriesgarme a las consecuencias. ¿Pero tenía realmente que hacer esos
cambios? Había llegado el momento de adentrarme en lo desconocido.
La decisión
de aquella noche fue el principio de una nueva fase mía como formador en
liderazgo. A mi manera me había dado cuenta de que estaba encontrándome con el
reto adaptativo de enseñar liderazgo, asumiendo riesgos, logrando mis
aspiraciones de elevar el discurso de la clase y respondiendo a mi llamada
interior más que a las evaluaciones que me hicieran los participantes. Había
llegado a una consciencia de mí mismo más profunda como educador, de mi impacto
,y del sistema del que yo mismo era parte.
Podría haber
elegido un camino diferente pero decidí reafirmar mi compromiso con ‘case-in-
point’ y solo hice dos pequeñas variaciones para la sesión. Me hice cargo de mi
rol como líder y modelé los comportamientos que quería que mis estudiantes
aprendieran en la práctica. Los resultados fueron muy satisfactorios. He aquí
algunos extractos de las evaluaciones de los alumnos después del segundo día:
“…. Ahora lidero con preguntas y he sido capaz de liberar el potencial
de mi equipo”
“… Seguramente será éste el curso más importante del programa con la
vista puesta en la etapa siguiente de mi carrera…..”
“… La idea de que la mayoría de los problemas son un reto adaptativo
fue una epifanía; y las preguntas abiertas me han ayudado enormemente para
reorientar mi forma de pensar sobre ciertas cosas, especialmente sobre mi
propio comportamiento…”
Dos distinciones esenciales
Según Heifetz, el marco de referencia del
liderazgo adaptativo incluye dos distinciones importantes que son esenciales
para comprender ‘case in point’:
- Autoridad/
liderazgo
- Problemas técnicos/
retos adaptativos
Autoridad/
Liderazgo. La primera distinción aclara que tener una posición
de autoridad no significa que ejerzamos de líderes; paradójicamente, las
potentes expectativas del rol probablemente nos llevan a actuar menos como
líderes. Heifetz nos recuerda
que un experto no es necesariamente un líder.
Para
determinar si necesitamos actuar como autoridad o como líder tenemos que
analizar la naturaleza del problema que afrontamos; lo cual nos lleva a la
segunda distinción
Problemas
técnicos/ retos adaptativos. Muchos de
los retos que afrontamos actualmente son adaptativos y no técnicos. Dicen Heifetz y Linsky:
“Los problemas que necesitan liderazgo son los que no pueden resolver
los expertos. Lo llamamos retos adaptativos. Las soluciones no son técnicas
sino que están en las mismas personas. El cirujano puede arreglar el brazo roto
de su hijo pero no puede evitar que su hijo haga “skating” sin almohadillas en
los codos. El dietético puede recomendar un programa de adelgazamiento pero no
puede frenar su placer por los bombones. La mayoría prefiere que otra persona
con autoridad les quite el peso de los hombros, que les proteja de cambios que
desorientan, y que asuma los retos en lugar de tener que afrontarlos por sí
mismas. Pero el auténtico trabajo del liderazgo implica que sean las personas
las que asuman el trabajo, que son las que tienen que adaptarse” .
La práctica
del liderazgo se produce en una estructura de autoridad por aquellos que la
tienen o que no la tienen. En lo cambios adaptativos, la estructura autoritaria
– todas las personas que mandan- pueden contribuir pero todos los demás deben
participar. Todas las personas afectadas son parte del problema y la propiedad
compartida de dicho problema forma parte de la misma solución.
Al
reflexionar sobre estas dos distinciones, es fácil comprobar cómo profesores,
entrenadores y consultores acaban cometiendo lo que llama Heifetz ‘el error clásico’ de tratar
como un problema técnico el reto adaptativo de la enseñanza, aplicando la
fuerza de la pericia diciendo a la gente lo que tiene que hacer.
Sentimos
como si estamos cumpliendo nuestra parte del trato; a los profesores,
entrenadores y consultores se les paga para enseñar no para facilitar el
aprendizaje de los demás: “tú,
profesor, eres el experto así que enséñanos”; parece ser el contrato
implícito con el que cuentan los estudiantes y que esperan que los profesores
le cumplan. De hecho, son muchos los profesores que consideran que enseñar es
un problema técnico, ejercitan la autoridad en lugar del liderazgo y despliegan
la fuerza de su personalidad para influir en el aprendizaje de los estudiantes.
En este proceso, evitan los conflictos, muestran su seguridad y se focalizan en
cómo utilizar el tiempo; además proporcionan respuestas decisivas y asertivas a
los problemas, por medio de su conocimiento basado en la autoridad que les da
el conocimiento acumulado durante muchos años. Los que están en el aula para
aprender se encuentran cómodos con la predecibilidad de la tarea y por el
resultado inevitable proporcionado según el plan previsto.
Tanto la
necesidad de control y de predecibilidad de los profesores como la de los
alumnos, son el síntoma de la incapacidad para confiar: cuanto menos confiemos,
más control necesitamos y más vulnerables somos si lo perdemos.
Se produce
una ‘colusión’ (acuerdo no escrito, implícito) entre profesores y alumnos que,
lógicamente tiene un coste; el profesor es la figura de autoridad central y
predecible; los estudiantes asisten pasivos, pero controlando la situación. El
coste citado es la pérdida de energía, implicación, eficacia y , en último
término, gana la mentalidad de soluciones o arreglos fáciles y rápidos que
prescinde de de la confrontación, frustración y confusión necesarias para que
se produzcan tanto un aprendizaje auténtico como un desaprendizaje. Las
personas pierden la capacidad de crecer mediante la experiencia, tolerando la
ambigüedad y de utilizar habilidades que proporcionen sentido a su tarea.
“Case in Point”, un enfoque diferente y mucho
más útil para desarrollar un liderazgo auténtico.
La
metodología ‘Case in Point’ apuesta más por el aprendizaje que por la
enseñanza, el esfuerzo sobre la prescripción, las preguntas sobre las
respuestas, la tensión por encima de la comodidad y las capacidades y
necesidades más que las deficiencias. Acepta la disposición para exponerse,
para ser vulnerable, para cultivar la persistencia frente a rechazos inerciales
y auto-regulador frente al cuestionamiento o la hostilidad abierta. ¿Por qué? Porque así es la tarea del
liderazgo en el mundo real. En el proceso, profesor y alumnos aprender a
reconocer sus respuestas ‘por defecto’, automáticas, identifican pautas de
comportamiento productivas e improductivas, y ponen a prueba su resistencia así
como la disposición a cambiar el sistema, lógicamente junto a los demás.
Al desear Felices Fiestas a mis lectores y colegas, también les invito
a adoptar esta metodología, no porque yo ya la utilizo sino porque es la mejor
posible para contribuir al desarrollo de líderes auténticos.
Un buen regalo podría ser acabar con ‘la muerte con Powerpoint’.
FUENTE: http://directivosygerentes.es/management/articulos-management/cuento-de-navidad-para-expertos-en-management
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