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lunes, 8 de octubre de 2012

EL VOTO, LAS ELECCIONES Y LOS MITOS DE LA POLÍTICA


Como ciudadanos, tenemos una obligación que cumplir antes que dejemos esta hermosa tierra para convertirnos en materia inanimada o espíritus. Tenemos que aprender a votar.
La tarea parece sencilla si la reducimos a poner una boleta de algún candidato en un sobre e introducirla en la urna.

La diferencia entre habitantes y ciudadanos tiene que ver con los derechos y las obligaciones. Estas últimas no son pocas y entre las que destacan se encuentran el respeto por la constitución y el prójimo, el pago de impuestos, el respeto por las leyes y la acción de votar con responsabilidad.

No son pocos los que ensayan explicaciones sobre lo que nos pasa como país explorando desde la prehistoria y buceando en las distintas ciencias sociales. Es importante que aclare que las reflexiones implícitas en esta nota, aplican a las generales de la ley sin distinción de ideologías o partidos políticos, y que surgen de los errores que he cometido como ciudadano, por ello me permito pensar de manera “práctica” sobre algunas frases típicas de la jerga.

1.      “El pueblo nunca se equivoca”. Me pregunto si el pueblo Alemán no se equivocó al seguir a Hitler. Si somos humanos y cometemos errores, ¿que nos hace suponer que en conjunto somos perfectos?

2.      “Lo voté y me defraudó, parecía otra cosa”. ¿No será que invertimos poco y nada en estudiar a los candidatos?, ¿cuántos de nosotros, y me incluyo, hemos revisado los antecedentes legales, patrimoniales, económicos y financieros de los candidatos?, ¿solemos revisar cuales han sido sus méritos profesionales y sus trayectorias para ser votados?, ¿Por qué lo hacemos con un cliente o un proveedor y no con aquellos que van a dirigir nuestros destinos?

3.      “No tengo tiempo de estudiar los antecedentes de los políticos”. ¿No debería ser nuestra obligación como ciudadanos?, ¿si les vamos a otorgar el poder para que tomen decisiones por nosotros por el término de cuatro años, y el peso de esas decisiones van desde  cambiarle el nombre a una calle hasta entrar en guerra con otro país, no es razonable invertir el tiempo que sea necesario?, no votamos todos los días.


4.      “No hay opciones, hay que votar el mal menor”. La peor mentira que nos podemos creer. En toda elección hay alternativas, el problema está en la capacidad de difusión de aquellos que no tienen recursos. Nosotros tenemos la obligación de explorar las variantes porque somos “ciudadanos”, no habitantes. ¿Por qué cuando decidimos tomar personal para una empresa, estudiamos todos los currículos y pedimos referencias, y tomamos meses para decidir, y no lo hacemos para elegir a un presidente, intendente o gobernador?, ¿acaso un empleado tiene más poder de daño que un político en funciones?, si la oferta no es tan abundante es porque no nos hemos involucrado lo suficiente para mejorarla.

5.      “Esta gente solo se hace presente cuando vienen a buscar los votos”. Eso se explica porque no aprendimos a ejercer nuestro derecho a controlar. Cuando vinieron por los votos se los dimos a cambio de una promesa. Cuando alguien promete algo no está demás preguntarle “como lo hará” y si eso que hará será beneficioso para toda la comunidad.

6.      “Sé que las cosas andan mal pero lo voto porque a mí me va bien”. Si votamos de esa manera nos transformamos en habitantes, no en ciudadanos. Si cambia el escenario no tendremos derecho a reclamo alguno. ¿Dónde quedaron las demás responsabilidades?, el bien común debe estar por encima de nuestras miserias circunstanciales.

7.      “No lo voto porque no va a ganar”. Correcto, si pensamos de esa manera, convertimos esa creencia en una realidad, no va a ganar porque hemos decidido eso. Es un error no apostar a nuestras ideas, convicciones y principios. De esta manera despreciamos un buen potencial candidato o programa de gobierno y además, dejamos que el poder se concentre en pocas manos.

8.      “Lo primordial es la economía”. Es lógico, a todos nos gusta ganar y gastar dinero, pero no es lo único. Si las instituciones andan mal, la economía tarde o temprano seguirá el mismo camino, o serán pocos aquellos a los que les irá bien en detrimento del conjunto. Un país normal y racional está representado por un conjunto de variables que se vinculan estrechamente unas a otras. A la hora de votar, es importante estudiar por lo menos las más representativas (justicia – educación - cultura – libertad – oportunidades – eficiencia – calidad institucional y democrática – proyectos de largo plazo – responsabilidad en el manejo de los fondos públicos, podemos seguir…).

9.      “Los pueblos tiene los gobiernos que se merecen”. Parece mucho, creo que nosotros tenemos lo que queremos con la educación que tenemos, no lo que merecemos. Cuando decidimos votar sin saber a quién, elegimos la incertidumbre, cuando no nos involucramos, elegimos el “piloto automático”. Sin embargo, las personas de bien, el grueso de las sociedades, merecen lo mejor, el problema de cometer errores en el sistema democrático es no poder corregirlos con rapidez. Un mal gobernante puede cometer un error grave en minutos, un ciudadano puede corregir su error votando o denunciando, lo que tarda años.

10.  “Como no me representa ninguno, voto en blanco o no voto”. Estoy seguro que hay ocasiones en que nosotros mismos no nos elegiríamos si fuésemos candidatos aunque fuéramos la única opción. Somos humanos, somos imperfectos, así como no existe el marido o la mujer perfecta, tampoco existe el político perfecto. No es correcto votar en blanco o no votar porque la anarquía jamás se podrá establecer como un sistema de gobierno. De seguro podremos encontrar coincidencias y disidencias en un candidato, lo importante es involucrarse porque si no votamos no tenemos el derecho a controlar. Si votamos a “nadie”, ¿a quién le exigiremos que cumpla con sus responsabilidades?

11.  “Votar ideologías en vez de proyectos”. Muchas veces nos sentimos “tentados” a seguir a los muertos como si ellos pudieran gobernar, otras veces nos creemos el “verso” de las ideologías vacías de contenido. Me refiero a esas incongruencias como los que predican la austeridad y viven en la opulencia, o cambian los ideales de acuerdo a su conveniencia o la situación de turno. Es tan difícil hoy en día saber donde están las izquierdas, derechas y centros, que cualquiera de nosotros podría caer en el error de sesgarse o cerrar su mente y despreciar una idea brillante porque no es de tal o cual origen, ¿Por qué no evaluamos “proyectos” en vez de palabras vacías?, si lo hiciéramos, obligaríamos a los candidatos a desarrollar “plataformas programáticas, incluso hasta con fechas de iniciación y culminación de obras”. No es más fácil para nosotros y difícil para ellos preguntarle, cuáles son sus proyectos en materia de…, con que piensa financiarlos, cuales son los plazos de cumplimiento y quien estará a cargo?

Revisar los propios errores significa entender porque nos va como nos va, y o me refiero solamente a esta parte del globo.
Somos sujetos, por supuesto es difícil ser imparciales y despojarnos de la simpatía por las personas, o por el carisma, pero no por eso debemos convertirnos en “estúpidos”. El voto es una de las pocas herramientas que tenemos los ciudadanos para hacer valer nuestros derechos. Durante décadas hemos creído que la cantidad era igual a la calidad, que una buena jornada democrática estaba establecida por el número de votantes  que asistieron a las elecciones.
Aquí no se trata de imponer el voto calificado, sino de calificar nuestro voto. Se trata de “pensar, estudiar e involucrarse”, se trata de exigir un plan de trabajo, un programa, en definitiva, el que y el cómo.   
Todavía hay una parte de la clase dirigente que se escuda detrás de los líderes del pasado y las  ideologías inconsistentes. Si existen, es porque parte de nuestras sociedades todavía piensan casi con exclusividad en términos emocionales. Las sociedades fanáticas eximen de responsabilidades a sus representantes. El fanático está dispuesto a justificarlo todo. Esto no es posible si queremos vivir en la racionalidad. Somos nosotros los que “elegimos”, somos absolutamente responsables de nuestros actos y debemos aprender a cuidar nuestro poder porque solemos entregarlo con mucha facilidad sin pedir que nos rindan cuentas.

Lic. Claudio M. Pizzi

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