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martes, 6 de noviembre de 2012

¿Si Michael Porter viniera a la Argentina, compraría en La Salada?



Usted se estará preguntando en este momento, que tiene que ver  el profesor de la Harvard Business School, autoridad reconocida a nivel mundial sobre estrategia empresarial y desarrollo económico de naciones con “La Salada”, el complejo ferial y comercial que se halla en el conurbano Bonaerense a la vera del Riachuelo en el partido de Lomas de Zamora. Aunque parezca que nada, existe una conexión importante, la cual pasaré a describir.


La historia de la Salada, proviene de principios del siglo pasado. Esta fue famosa por sus aguas, próximas a un riachuelo todavía no contaminado. Antes de ser un balneario recreativo era ocasionalmente visitado por personas que creían que bañarse en ella tenía poder curativo gracias al alto grado de salinidad aunque en el año 61 el balneario fue clausurado por el ministerio de salud, debido al elevado nivel de “contaminación microbiana” hallado.
Luego de un buen número de años, el espacio fue ocupado por grupos de personas, muchos de origen boliviano, quienes comenzaron a montar de manera rudimentaria, puestos de ventas de productos propios e importados. Al crecer la actividad, se organizaron formando una sociedad anónima que luego se dividió, dando lugar a una cooperativa.
Este complejo caracterizado a la fecha por informal, y por sus desvíos legales, suele hoy albergar a trabajadores de distintos países entre los cuales se encuentran bolivianos, paraguayos, peruanos, senegaleses, y posiblemente la lista se extienda. Un informe de la Unión Europea estima que los compradores que asisten por cada día de apertura son más de 20.000, y que la misma contiene a más de 6.000 familias, que cada puesto genera aproximadamente una ganancia de 160 dólares al día, y que moviliza unos 9 millones de dólares por semana. La salada, totalmente integrada a la web (facebook, Twitter, blog, youtube), abastece a más de 200 ferias del interior y a países limítrofes, de acuerdo al informe presentado por Julián d´Angiolillo, Marcelo Dimentstein y colaboradores denominado: “Feria La Salada: una centralidad periférica intermitente en el Gran Buenos Aires”
En dicho documento, se expone la particular visión de lo que se podría denominar “documento de ingreso”.

“No importa la nacionalidad ni la autenticidad de los productos que se venden en él, (…) Los inmigrantes indocumentados y los nativos son bienvenidos en tanto tengan el dinero necesario para una transacción. Esa multitud, individualizada por el comercio, personalizada por las marcas, vuelta anónima, a su vez, por el dinero, se encuentra lejos de constituir, por cierto, un foco de resistencia anticapitalista, si bien desafía el concepto de propiedad, como los dueños de las grandes marcas falsificadas en talleres ilegales, y sus representantes políticos internacionales, no dejan de denunciar (Fernández Vega, 2008).”

La salada surge como consecuencia de un proceso de reestructuración económica que iba dejando fuerza laboral en el camino, y que paralelamente la alimentaba a través de políticas monetarias que favorecían la importación de productos de bajo costo. Este proceso se dio en la década de los 90, período de crecimiento lento pero firme, y en los años 2000 y 2001 en donde el desempleo y la marginalidad le aportaron la mano de obra adicional.
Hasta aquí parecería ser difícil que Michael Porter pudiera comprar algún producto en la feria, sobre todo si tenemos en cuenta el nivel de informalidad y las cuestiones vinculadas a los aspectos legales que suelen denunciarse tales como: contrabando, productos pirata, evasión fiscal y trabajo informal, pero existe una conexión entre las ideas de Porter y la Salada.
Esta última termina siendo un “espacio público auto organizado” surgido de las necesidades insatisfechas de las poblaciones de menores recursos que se unieron en una actividad comercial para generarse fuentes de recursos.

En un mundo donde el capitalismo se ha quedado sin rival, Porter dice que  “lo que es bueno para los negocios es bueno para la sociedad”, señalando que tanto la filantropía como la responsabilidad social empresaria no alcanzan, son insuficientes para convertirse en una oportunidad transformadora.

Son los negocios los que crean riqueza y prosperidad y son los que pueden resolver los grandes problemas sociales a través de lo que él llama “crear valor compartido”. Se trata de integrar los intereses de los negocios y la sociedad para hacer productos que sirvan a clientes  con “necesidades potencialmente diferentes”, lo que nos llevaría a cambiar la forma de operarlos.

Porter menciona tres factores. Dice que las carencias sociales en una comunidad crean costo económico, y que éstos son clientes “desestimados” a los que hay que servir, lo cual amplifica la oportunidad de expandir el negocio. Luego cita al impacto ambiental, quien afecta la productividad de la empresa por dejar huellas ambientales  y efectos nocivos en los ecosistemas. Por último, habla de las necesidades sociales, las cuales no representan al consumidor convencional, y que de allí surgirán los “productos del futuro”.

Estoy convencido que “La salada” es un espacio económico – comercial, creado por necesidades insatisfechas que las empresas no han sabido aprovechar. Posiblemente un ejemplo que Porter podría utilizar cuando mencione su teoría si viene a la Argentina.  Por supuesto, existe el condimento ilegal, el cual no puede negarse, pero esto demuestra que los consumidores, cualquiera sea su status social, tienen necesidades insatisfechas, y que si el mercado convencional no se ocupa readaptando su oferta que no tan solo tiene que ver con el producto – servicio, sino con las formas de pago, el sistema de distribución, es decir, la cadena de valor, “otro lo hará”, y la prueba es la Salada, un mercado de millones de dólares que se inventó a sí mismo como consecuencia de la miopía, inflexibilidad y falta de cintura de aquellos que no creen que los negocios pueden adaptarse para ser rentables y resolver los problemas sociales. La Salada en definitiva es “la integración de un negocio a un sector que originalmente era marginado” y que hoy parece tener más recursos y beneficios que buena parte de la clase media local.

Lic. Claudio M. Pizzi
Director
www.dorbaires.com






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