Son las 4:30 pm y el centro de atención al
cliente ya está cerrado, en la puerta, un colaborador se encarga de abrirla
para que salgan los clientes que aún permanecen dentro.
Todo va normalmente, hasta que un cliente que
se encuentra fuera, desea ingresar. El empleado le informa que el centro está
cerrado y le indica el horario de atención, ante esto, el cliente, arremete
contra el empleado.
Al altercado se suma el Gerente, quien
disuade al cliente de su actitud y le reitera lo que le empleado le indico en
un inicio.
El cliente, en vista de la situación accede,
pero le indica al Gerente que en su próxima visita, finalizara los contratos de
servicio que posee con la empresa. Ante esta situación, el Gerente deja que el
cliente ingrese al Centro y solicita a un empleado que atienda su
requerimiento.
Cuando establecemos una relación comercial
con un cliente, inmediatamente se debe firmar un contrato de servicio, en el
cual se establecerán las condiciones y estándares que regirán nuestra atención
una vez que el cliente así lo requiera.
Esto incluye los horarios de atención, vías
de reporte de anomalías o requerimientos, lugares en los cuales podrá acudir e
inclusive informar al contratante, de los tiempos de respuestas estimados una
vez que realice cualquier reporte o consulta.
Servicio lo podríamos definir como el conjunto
de actividades que
buscan responder a las necesidades de un cliente,
también como la actividad económica que
crea valor y proporciona beneficios a un cliente en tiempo y lugares
específicos como resultado de producir un cambio deseado en (o a favor de) el receptor del servicio.
Una definición algo más jocosa es la que reza
que, el servicio es algo que se puede comprar y vender, pero no se puede dejar
caer en tu pie.
El problema comienza cuando:
1-El cliente no respeta las condiciones
acordadas en el contrato de servicio.
2-Cuando por “complacer”, damos ciertas “concesiones” al
cliente con tal de tenerlo contento y fiel a nuestro servicio o producto.
El servilismo lo podría definir, como una
ciega y alta obediencia al cliente, sin importar que reglas o estándares de
servicio establecidos rompemos, con tal de tener a nuestro cliente contento y
fiel a nuestro producto o servicio. En estos casos es evidente que el cliente
es el que manda en la empresa y no a empresa la que da las pautas al cliente.
Esto genera una serie de inconvenientes,
primero no se cumplen los estándares de atención que la empresa tiene definidos
(tiempos de respuesta, canales de atención, etc.), por ende las mediciones de
calidad de servicio son inexactas.
Otro inconveniente, como vimos en el caso
ejemplo, es la constante zozobra en la que los empleados prestan el servicio,
puesto que pareciera ser el cliente el que tiene el control de la operación (y
no los colaboradores) y el riesgo a la agresión física y verbal del cliente
cuando no se le complace, además de la falta de apoyo por parte del personal
supervisorio a la hora de hacer cumplir las reglas.
Es por esto que es
importante que en la empresa se cumplan las normas y procedimientos
establecidos en cuanto al servicio al cliente y más importante aún, que el
cliente este claro en cómo proceder y reorientarlo, cuando quiera tomar
“atajos” para lograr su atención. Con esto se evitaran futuros mal entendidos
con el cliente y la posible pérdida de este.
Gracias por llegar hasta acá, espero que esta
información le haya sido útil y que la compartas con aquellas personas que
creas que les será de utilidad, ayúdame
a que más personas lo conozcan y se beneficien, ¿Cómo?:
Envíalo
por correo
Tuitéalo
Compártelo
en Facebook
Recuerda
seguir visitando mi blog y dejar tu comentario, para mí tu opinión es muy
importante.
¡Gracias
por tu ayuda en este camino de ayudar!
José G. Quintero E.
Email: tertuliagerencial@gmail.com
www.teruliagerencial.blogspot.com
Twitter: @jgqe
No hay comentarios:
Publicar un comentario