INTRODUCCIÓN
Antes
de iniciarnos en esta nota, es imprescindible destacar que como profesionales,
debemos ser dentro de la subjetividad,
todo lo ético y objetivos que podamos. Las
ciencias nos obligan a buscar la verdad, aquella que pueda ser contrastable. La
intención de estas líneas es una sola, contribuir a describir una parte de la
realidad con absoluta crudeza y encontrar un camino de paz, crecimiento y
sustentabilidad dentro del marco de la coherencia y la racionalidad. La
Argentina lo necesita.
DOS PROBLEMAS
GRAVES AFECTAN A LA ARGENTINA
Si
tuviéramos la posibilidad de realizar una encuesta nacional sobre los problemas
de la argentina, lo más probable es que
los resultados que obtengamos en términos generales sean los “comunes”.
Inseguridad, inflación, trabajo, justicia. Ahora bien, la pregunta siguiente
podría ser más interesante aún. Se le podría consultar a la población sobre los
responsables de lo descrito. Posiblemente las respuestas serían, “los
políticos, los grupos concentrados, la corrupción, tal país, tal bloque, los de
tal partido, los de tal otro, el poder tal (legislativo, judicial, ejecutivo),
nosotros…” y si fuésemos más específicos todavía, quizás haya gente que diga, “el
cepo cambiario”, “la falta de inversiones”, ”la crisis internacional”, “el
precio de la soja”…
En
estas respuestas estarían representados, buena parte de los conflictos de la
Argentina. Lo más preocupante de todo, es el “diagnóstico popular”, del cual
debería surgir la solución. Pero como el diagnóstico suele ser mal enfocado, lo
más probable es que la solución termine por no llegar.
En
programas de radio y TV, suele esbozarse la “supuesta solución” que vendría de
la mano de, “una política de inversiones”, “de ingreso de capitales”, “shock de
confianza”, “programa gradual de reducción de la inflación”, u otros que
mencionan “personajes” y/o “herramientas”. Tal candidato, o “la política” que
definida en lenguaje popular sería el “arte de lo posible”.
También
podríamos buscar en la historia para ver nuestros errores cometidos y decir que
“los argentinos somos así”, o que el problema se encontraría en la “distribución
del ingreso”, o en la eterna lucha entre “lo público y lo privado”.
Podríamos
seguir buscando y encontrando elementos de juicios diversos, los cuales obrarían
como “distractores” de los dos graves problemas que tiene la Argentina que son:
la calidad educativa – cultural, y la calidad del liderazgo.
Estos
dos elementos, funcionan de manera sistémica, se refuerzan a sí mismo
tornándose un círculo virtuoso, o un círculo vicioso. La calidad de uno, afecta
al otro y viceversa. El problema central no es del tipo “quien nació primero, el
huevo o la gallina”. Existe un
disparador que funciona como “un interruptor”. Enciende el vínculo, y ese es “el
liderazgo”. (Los malos líderes no creen en la cultura, la destruyen o la
maquillan con aumentos de presupuestos vacíos de contenido, llenando aulas de
chicos que van a comer, o pasar el rato, con docentes mal formados, con niveles
de exigencia muy pobres).
El mundo de hoy necesita profesionales expertos, formados adecuadamente. Las empresas los exigen y la formación no puede iniciarse en la universidad o en los post grados.
Este
diagnóstico, aplica, exclusivamente para la Argentina. No es un modelo
aplicable a otros países o regiones, podría ser, pero no hay seguridad en ello.
Nuestra realidad nos invita a pensar en estos dos factores, la realidad del
HOY.
¿Cómo
funcionan ambos factores causales?
La
inflación, el tipo de cambio, las inversiones, el empleo, son “efectos” y no
las “verdaderas causas del problema”. Es lo que se ve en la superficie, los dos
temas de fondo tienen que ver con estos dos ejes (cultura-educación) y
(liderazgo).
Mucho de la burocracia no se resuelve porque conviene. Simplificar las normativas y transparentar los controles significa poner al descubierto el entramado de la corrupción.
La
prueba más contundente de todas, es nuestra democracia, y lo puesto en
práctica. Si hay algo que podemos asegurar de la argentina es que, hemos
practicado diferentes “modelos económicos
en base a diferentes criterios políticos, derecha, centro, izquierda”,
nada a funcionado correctamente o de manera sustentable. Lo que sí podemos
observar con absoluta claridad es la degradación de estos dos ejes. Las
calidades han caído notablemente.
Si
la política, es asumida como un proyecto de inversión personal o grupal, y de
ese proyecto, surgen gerentes y no líderes, la argentina no tendrá salida. (“Roban
pero hacen”, es la frase más patética y descriptiva de la situación actual).
Para
aquellos que lo ven desde el punto de vista económico, podrán apreciar que en
la última década, la presión fiscal sumado al contexto internacional, generaron
los ingresos de fondos más extraordinarios de la historia de nuestro país, y
hoy seguimos siendo un ente subdesarrollado, estancado, dependiente de factores
coyunturales como los precios de los cereales o el marco financiero
internacional.
Los
buenos líderes generan políticas de estado que trascienden gobiernos. Generan
estrategias de mediano y largo plazo e impactan a la educación y la cultura.
Una sociedad mejor educada y más culta, genera mayores y mejores exigencias. Se
hace respetar y recupera valores y principios (responsabilidad – ética – “honestidad”
- servicio – bien común – justicia). Los buenos líderes no son aquellos que “maquillan
la realidad”, son los que toman medidas de fondo y están dispuestos a perder
elecciones por el bien común si fuese necesario. Son los que dan el ejemplo,
los que pueden justificar su patrimonio, los que preparan el terreno para su
reemplazo y facilitan la llegada de otros líderes. Los que generan condiciones
de prosperidad sustentable y no dependencia. Las sociedades se espejan, y
siguen ejemplos. (“¿Si los de arriba hacen esto o aquello, porque yo no puedo
hacerlo?”).
En
la argentina, los problemas de fondo (cultura – educación – liderazgo),
representan el 80%, mientras que el resto (efectos de la economía) solo el 20%.
Nuestra historia reciente (el período democrático actual desde el derrocamiento de la última dictadura) ha demostrado que ese 20%, no resuelve el 80%.
Tomar
decisiones “económicas” para resolver problemas “culturales y de liderazgo” es
recetar la aspirina que oculta las causas y no resuelve nada. Solo en la medida
que la calidad del liderazgo aumente sustancialmente, existirá la posibilidad de
que el nivel cultural y educativo, también lo haga, si esto fuese así, los
problemas económicos – financieros de la argentina, se resolverían arbitrando
algunas herramientas, incluso, ya aplicadas.(Las herramientas no son el problema, el problema es como se utilizan y como se gestiona).
Un
país que tiene ríos, mares, océano, extensión territorial, minerales, climas
diversos, es un país rico por naturaleza. La Argentina puede darse el “lujo” de
ser lo que quiera. Necesita alinear la estrategia y trabajar sobre los dos ejes
planteados.
La
institucionalidad, el funcionamiento adecuado del estado en la versión de sus
tres poderes, las oportunidades de negocios presentes y futuras y el desarrollo
sustentable, depende de estos dos ejes. Argentina tiene todos los condimentos
para ser una “potencia mundial”.
Una
potencia mundial no permanece en la “adolescencia político - social”, debe
asumir compromisos, costos, ser muy responsable tanto en las obligaciones como
en los derechos. Es exigente hacia adentro y hacia afuera. La calidad
educativa, de gestión, la planificación, el orden público, el respeto
institucional son características comunes. El bienestar económico no llega por
casualidad sino de la mano de un gran esfuerzo por sostener una posición
dominante. La Argentina está en pañales, víctima de su adolescencia política, siempre
buscando justificar sus fracasos en el otro (tal inversor, tal país, tal crisis…),
jamás realizando autocríticas profundas sobre su incapacidad para generarse un
bienestar con el enorme potencial de recursos que tiene.
Cambiar
la cultura no se hace de la noche a la mañana, un cambio lleva años, pero es
posible. Comienza a partir del ejercicio del legítimo derecho a votar y de la
enorme responsabilidad que tenemos los ciudadanos de tomarnos con total
seriedad este acto. Somos nosotros los que elegimos a los futuros “líderes”, y
serán ellos los que “dotados del gran poder que le conferimos”, tomaran las
decisiones que afecten el presente y el futuro de nuestro país.
Aquel
que vive sirviéndose del estado, y no para el estado, aquel que le promete a la
sociedad vivir de subvenciones, de dádivas sociales, y le dice a los jóvenes
que el camino es el halago, el relato, el "facilismo" y la mentira, no es un
líder, es un manipulador, una experiencia grotesca del marketing político. Por
consiguiente, nuestra principal tarea como árbitros de las contiendas
electorales consiste en saber distinguir perfectamente entre un alquimista de
la mentira y un líder transformacional. Estos últimos aparecen en las noticias
y en la historia de los países, décadas después. Su reconocimiento suele no ser
coincidente con su mandato porque los efectos de las políticas de estado, se
ven en el mediano y largo plazo. Emprendedores, empresas pymes, trabajadores, estudiantes, la fuerza productiva del país, siguen esperando.
Lic. Claudio M. Pizzi
Director
www.dorbaires.com
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