La
Argentina es un país muy difícil. Nosotros los argentinos somos personas
difíciles. Nos cuesta poder razonar y entender las cuestiones sin entrar en el
fanatismo.
Cuando
analizamos un hecho en política y damos
una conclusión, es muy probable que en dicho estudio, intervengan dos factores,
llamémosle el factor “técnico” y el factor “político”. En la argentina, gracias
a la “famosa grieta”, algunos personajes suelen introducir uno nuevo, el factor
“fundamentalista”.
¿A qué le
llamamos factor técnico, político, fundamentalismo?
Todos
nosotros somos “tomadores de decisiones”, pero no siempre somos conscientes de
ello. Tomamos decisiones instintivas, otras racionales, y otras emocionales. Lo
hacemos desde niños.
Cada
palabra que elegimos decir, comunicar, es una decisión en sí mismo. Cuando
hablamos de las decisiones que tomamos cuando ostentamos algún tipo de poder
(seamos jefes de sector en una empresa, ministros, o gerentes generales o presidentes),
en dichas decisiones se encuentran implícitas estos factores.
Cuando
una persona, introduce en la toma de decisiones, o en el análisis de un tema,
el factor fundamentalista, termina obteniendo una conclusión equivocada, y/o tomando una mala decisión. Si el nivel de poder y control de recursos de esa decisión tomada es elevado,
el daño que puede producir, es importante.
Los liderazgos fundamentalistas le hacen mucho daño a los países.
Vamos
a dar un ejemplo concreto: El problema
de la inflación en Argentina.
Nivel técnico: 1 la inflación es elevada
(reconocimiento del problema), 2 debemos reducirla (objetivo), 3 es
necesario desarrollar un plan antiinflacionario (acción concreta), 4 la
inflación es manejable (idea sobre el problema).
Nivel político: opción A (buscar acuerdo de precios y
salarios en una concertación e inversiones para ampliar la oferta de productos,
tender al equilibrio presupuestario) – opción B (reducir los salarios que paga el estado, incluido los
jubilados) – C
(aumentar los salarios por encima de la inflación emitiendo moneda)
Nivel fundamentalista: opción A (el efecto inflacionario debe pagarlo enteramente los
consumidores porque siempre ha sido así) – opción B (la inflación no existe, no es un
problema).
Como
vemos en este ejemplo, ante una situación “X” podemos encontrar los dos
primeros componentes, el técnico y el político. Estos dos elementos no son nocivos
si la combinación es adecuada. Utilizando la regla de Pareto, podemos decir que
si a un problema a resolver, le buscamos una solución 80 – 20 (80% técnica –
20% política), lo más probable es que “la cura, sea peor que la enfermedad”
porque eso sería en nuestro ejemplo, tomar las siguientes decisiones:
Nivel técnico (123) (reconocer y actuar sobre el
problema) + Nivel político (B) (ajustando los salarios de los consumidores =
graves consecuencias sociales
Si
en cambio, la búsqueda de la solución fuere (80% política – 20% técnica), lo
más probable es que el problema no sea resuelto, y además se complique en el
mediano y largo plazo. Esto sería
Nivel
técnico (4)
(la inflación es manejable) + Nivel político (C) (aumentar los salarios por encima
de la inflación emitiendo moneda) = agudizar el problema en el mediano y largo
plazo hasta que se produzca un crack económico producto de un elevado déficit
acumulado.
Como
vemos, ninguna de las opciones es un camino razonable, “de sentido común”
porque el caso Nivel técnico (123) + Nivel político (B), representa el “pragmatismo extremo” y el caso Nivel técnico (4) + Nivel político (C),
representa el “populismo”.
Imaginemos
si a estos dos componentes, le agregamos una dosis de “fundamentalismo”, en las dos versiones mencionadas, la opción A o B. El efecto en el diagnóstico, la toma de
decisiones y las conclusiones serían muy negativos.
La
inflación en la Argentina, y solo en Argentina, es un problema cultural que
tiene efectos en la economía, porque a lo largo de la historia, nunca hemos
encontrado el balance adecuado entre lo técnico y lo político en primer
término, y porque a la situación analizada, en diferentes tiempos, le hemos
agregado “fundamentalismo puro”. Como todos
sabemos, el fundamentalismo es una cuestión de fe, en donde nada es posible discutir si se aparta
del dogma.
Es
por ello que cualquier plan antiinflacionario puede fracasar ante personas que
lleguen al poder y piensen que “la inflación no es un problema”. La solución no
se encuentra en las ciencias económicas, se encuentra en las ciencias de la
educación. Las ciencias económicas en la Argentina, manejan problemas
coyunturales, no de fondo, por lo menos, HOY.
Para
resolver el problema de la inflación, primero debemos “educarnos y entender
profundamente su significado”, entender que representa en términos de daño
presente y futuro y descartarla como herramienta de uso político para generar
empatía con los votantes, mostrándole la ilusión de un bienestar pasajero,
cortoplacista.
¿Por qué es un
problema de educación y no económico – financiero?
La
respuesta la obtenemos de la historia. Los argentinos hemos vivido períodos
largos de inflación e hiperinflación que en muchos casos, no tan solo
terminaron licuando los bienes de las personas, sino también terminando con sus
vidas. Las mediciones del año 45 hasta la fecha, dan los valores más dispares
posibles, que van desde un 4% al 39% en las presidencias de J.D. Perón, de un
13% a un 113% en la etapa Frondizi, de un 10%% a un 430% en la etapa defacto,
de un 600% a un 3000% en la etapa Alfonsín, pasando por un 0,1% en la etapa de
C.S. Menem, hasta un 40% en el gobierno de los Kirchner. Como vemos, la inflación estuvo presente en
toda nuestra historia, pero hubo momentos en donde fue baja y controlada.
El
problema es de “educación” porque en un
pasaje de la democracia (década de los 90) logramos extinguirla luego de haber
aprendido acerca de sus consecuencias, pero lo hicimos pagando un precio
elevado, y volvimos a caer en la “trampa de los extremos”. No entendimos que lo
que había que cambiar era el plan económico, y no los objetivos
antiinflacionarios.
La
inflación es la herramienta perfecta del populismo y el populismo representa
graves problemas de educación de una sociedad. Ningún extremo es bueno en este
aspecto.
La Argentina tiene la obligación de buscar un camino realista y de
sentido común. Ese camino debe ser una ancha avenida de matices. Debemos tener
la capacidad de manejarnos dentro de los límites de esa avenida, a veces por el
centro, otras un poquito más a la izquierda, otras un poquito más a la derecha,
pero siempre dentro de los límites, evitando las banquinas, porque ellas
representan las falsas opciones, “el pragmatismo extremo o el populismo” y hoy
sabemos que ninguno de estos aspectos ha funcionado a lo largo de nuestra
historia pasada y reciente.
Fuente imagen: http://www.ambito.com/noticia.asp?id=786511
Lic.
Claudio M. Pizzi
Director
www.dorbaires.com
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